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Victoria Sosa -

Carpintera

destacada Victoria Sosa
"Sueño con un taller de carpintería donde pueda enseñar el oficio y trabajar terapéuticamente con niños y adultos mayores."

Victoria se desempeña profesionalmente como carpintera desde hace muy poco. Ingresar en el mundo de la carpintería le llevó tiempo de análisis y meditación, porque, entre otras cosas, significaba integrar el negocio y oficio familiar que comanda su padre desde hace más de 30 años. 

“Despertar la creatividad”. Para Victoria, éste fue el primer impacto de la carpintería en su vida. Antes de abrazar este oficio, se había capacitado como terapista ocupacional y durante 5 años se dedicó a cuidar adultos mayores. “No fue nada fácil prepararse para cambiar de profesión. Me pasé un mes pensando y analizando los desafíos que esto representaba, fuera socialmente o en mi familia ya que mi papá y mi hermano son carpinteros. La verdad es que sentí miedo. Eran muchas las inquietudes, pero se fueron poco a poco”, admite. 

Como comprobó el pasar del tiempo, al tomar la decisión de dedicarse a la carpintería, la familia no dudó en abrirle las puertas del taller. El conocimiento de las técnicas vino con la práctica, día a día. Su jornada laboral comienza a las 8 de la mañana, cuando estudia los diseños de las piezas. El segundo paso es elegir la madera apropiada. Después, hay que tratarla con cariño: cepillar y lijar hasta poder presentar el material para el armado final. Victoria confecciona muebles de cocina, placares y todo tipo de amoblamiento en diferentes maderas y estilos. También hace arreglos -como sustitución de piezas o renovaciones-, construye aberturas, marcos, contramarcos, techos. El mundo donde aplicar la carpintería es muy amplio y Victoria ya se anima a todo. Su día termina alrededor de las 6 de la tarde, pero se puede extender según la cantidad de trabajo. 

Hay días en los que el trabajo se realiza fuera de la carpintería, pero cuando realiza tareas en el taller, lo hace acompañada por una buena música que le permite concentrarse aún más en las tareas. El trabajo de un carpintero exige sobre todo atención, pues involucra la manipulación de equipamientos filosos. Si bien la mayoría de las máquinas tienen sus seguros y adaptaciones para reducir riesgos, una de las primeras reglas que aprendió es siempre estar atenta y concentrada en lo que está haciendo. “Nunca se puede trabajar creyendo que no va a pasar nada. Es en un momento de desatención que suceden los accidentes”, reconoce. 

Justamente, ése fue el mayor desafío para Victoria, el uso de las máquinas, los ruidos, y el peligro que conllevan. “La carpintería, aparte de habilidad, requiere de fuerza, la cual vas desarrollando con el tiempo”, cuenta. Un carpintero profesional sabe que debe ejecutar su trabajo con la ropa y accesorios adecuados: zapatos de punta de acero, protector auditivo, delantal, y muchas veces también anteojos para proteger la vista. 

Victoria reconoce que uno de los más importantes aprendizajes que desarrolló en la profesión ha sido saber interpretar los deseos de los clientes. “Tomar medidas, manipular un serrucho o taladro, fue difícil, pero ¿cómo cumplir con las expectativas de los clientes? Muchas personas vienen con ideas en el aire que tenemos que interpretar”, explica. 

En este corto tiempo de oficio, le sorprendió la cantidad de mujeres que la contactan con el reclamo de pequeños arreglos, de daños en muebles, tareas aparentemente menores que los carpinteros varones no quieren tomar. “Muchas veces las mujeres estamos más atentas a los detalles del entorno de nuestras casas y cuando una cliente habla conmigo sabe que voy a entenderla”, explica. Su mirada detallista y la perseverancia, la puede llevar invertir horas dedicada a una sola tarea, hasta que haya terminado a la perfección. Es con la misma pasión que describe el material que es la base de su oficio: “ Es increíble la variedad de las maderas, sus diferentes aromas y texturas”. 

Al dedicarse profesionalmente a la carpintería, Victoria considera que rompió con algunos estereotipos culturales y sociales, ya que este es un oficio poco considerado como alternativa para mujeres. “Tengo que confesar que generó un gran impacto en mi padre y mi hermano verme trabajar a la par de ellos. Allí estaba yo, levantando tablones y muebles y, en sus palabras, ‘llenándome de aserrín’”. Orgullosa, recuerda su primer trabajo importante: un circuito para gatos. Lo hizo, lo instaló en la casa del cliente. “Sin tener que pedir auxilio a mis compañeros”. 

Afortunadamente, Victoria reconoce que el género no es una barrera para dedicarse a la carpintería. Al contrario. Remarca que las mujeres acostumbran ser hábiles al momento de buscar una solución a un problema. “Cuando se da la necesidad de observar el posible resultado de un trabajo, lo hago de manera más holística. No lo tomo solamente por su finalidad económica. Trato de prestar atención a quién está dirigido lo que estoy haciendo. Cómo tratar al cliente para que me explique cómo va a convivir con el resultado de mi trabajo. Es así que siento la satisfacción de superarme día a día” asegura, reconociendo que esta postura seguramente está impregnada por su experiencia anterior como terapista ocupacional, donde ponía en práctica movimiento, coordinación, concentración, habilidades y destrezas. 

Una transversalidad de experiencias queda clara cuando habla de sus metas para el futuro: “Sueño con un taller de carpintería donde pueda enseñar el oficio y trabajar terapéuticamente con niños y adultos mayores”.

Fotos por Lucas Villagra