 
    Romina Iglesias, es profesora de Educación Física y actual entrenadora del equipo juvenil argentino de básquet sobre silla de ruedas, Las Lobitas, y asistente técnica de Las Lobas, la selección mayor.
Desde su provincia natal, La Pampa, Romina fue tejiendo una carrera que combina formación, vocación y compromiso. Su historia empezó cuando era una joven docente en la escuela de apoyo a la inclusión, Frida Kahlo, allí advirtió que los chicos con discapacidad motora no tenían clases de Educación Física. Decidió entonces acompañarlos en el camino del movimiento, y ese gesto marcó el inicio de un recorrido que la llevaría al alto rendimiento.
“Empecé llevándolos a hacer atletismo, participamos en los Juegos Evita en 2009, y ahí conocí el mundo del deporte adaptado”, recuerda. A partir de esa experiencia comenzó a capacitarse, a aprender sobre nuevas disciplinas como la boccia (deporte paralímpico para personas con parálisis cerebral o discapacidad motora severa) y a acompañar a jóvenes atletas en su desarrollo.
Con el tiempo, su trabajo la acercó a la Selección Argentina de Atletismo Adaptado, y más tarde al básquet sobre silla, donde encontró la pasión de entrenar un deporte en equipo. En 2018 fue convocada a trabajar con Las Lobitas, el equipo juvenil femenino. Su participación fue creciendo hasta convertirse en una figura clave dentro del cuerpo técnico nacional.
Hoy, además de su rol en la selección, Romina trabaja en la Dirección General de Inclusión del Ministerio de Educación de La Pampa, una provincia pionera en políticas educativas inclusivas. “En La Pampa no existen más las escuelas especiales. Todos los estudiantes, con o sin discapacidad, están en las mismas escuelas de nivel. Tenemos un solo sistema educativo”, explica con orgullo.
Su vida profesional combina viajes mensuales a Buenos Aires, a entrenar en el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) al equipo de Las Lobitas, con entrenamientos semanales en su provincia, donde entrena a jóvenes del equipo local de básquet sobre silla. En paralelo, coordina actividades en la Asociación Deportiva Pampeana, donde también se enseña boccia.
Romina habla con pasión, con una mezcla de disciplina y ternura que define su estilo como entrenadora. Su visión del deporte como herramienta de empoderamiento y transformación social atraviesa todo su discurso: “El deporte te aloja. Cambiando unas pocas reglas, te vuelve a poner dentro de la sociedad”. Desde el deporte y desde su rol de entrenadora, Romina impulsa la inclusión, aunque también destaca la importancia de hacerlo fuera de la cancha de juego.
¿Cómo fueron tus inicios y tu formación en el campo de la educación física?
Primero estudié educación de menores en riesgo social, en el instituto Domingo Cabred de Córdoba. Trabajé mucho en los correccionales y ahí me di cuenta que necesitaba trabajar con algo más, tener alguna otra formación que me permitiera trabajar en otro lugar. Entonces estudié en la Facultad de Educación Física de Córdoba, Ipef (depende de la Universidad Nacional de Córdoba).
¿Cómo llegaste al básquet sobre silla?
Yo empecé por el atletismo, pero siempre hice deportes de equipo. Jugaba al cesto, siempre hice mucho deporte en equipo, o sea, es mi gran pasión, porque es muy lindo el deporte individual, tienen su encanto, pero lo grupal me entusiasma más.
¿Qué diferencias encontrás entre el básquet sobre silla y el básquet tradicional?
Hay muchas. Desde la parte táctica, técnica. De la parte táctica, nosotros siempre decimos la capacidad de poder defender, de poder ocupar los espacios. Cuando vos tenés la silla, una vez que ocupaste el espacio, es muy difícil que lo recupere el defensor. Entonces, de lo que nosotros habíamos aprendido en el profesorado, que no tuvimos ninguna materia que nos enseñe absolutamente nada de esta otra cara del deporte, es muy diferente, así que hay que ir aprendiendo en la acción, en el juego.
¿Cómo está conformado el equipo interdisciplinario que acompaña a la selección?
Nosotros tenemos kinesiólogo dentro del equipo y teníamos psicólogo, pero ahora no lo tenemos por cuestiones de presupuesto. Tenemos un médico traumatólogo que trabaja con nosotros, obviamente que creemos que es fundamental la parte psicológica, cuando la tuvimos nos ayudó un montón y creemos que que hace falta porque hay cuestiones que no podemos, como entrenadores, manejar del todo. Creo que es muy importante el trabajo interdisciplinario.
Cada jugadora de Las Lobitas tiene una historia de vida diferente. ¿Cómo se aborda eso en los entrenamientos?
Se incluye. Nosotros sabemos la historia de todas, porque aparte uno convive muchas horas cuando se vive una concentración, estás 24 horas. Estás todo el tiempo y ellas cuentan un montón de cosas, uno está 24 horas y con una disponibilidad sobre el cuerpo que por ahí en otros deportes no te pasa. O sea, uno está 24 horas y atento a otras cosas, como, si se está bañando, que el agua esté caliente. Si hay un baño que no es accesible, hay que ayudarlas a pasar igual, si hay un escalón, entonces uno está como con otra disponibilidad. Si bien son súper independientes, súper autónomas, que es a lo que apuntamos, a veces no hay accesibilidad y en esas barreras hay que poner la disponibilidad para superarlas. Por ejemplo si hay un transporte que no es accesible no es que no nos vamos a subir, nos vamos a subir igual. Imagínate lo que es el aeropuerto, o sea, es maravilloso, el aeropuerto con doce sillas de basquet, con doce sillas de traslado, con valijas. Igual hay mucho humor. Ellas hablan mucho de sus discapacidades, hablan mucho de lo que les falta. Y desde un lugar de humor haciendo chistes. Siempre es mejor hablarlo todo. Es mejor cuando uno lo pone en palabras que ocultarlo y hacer como que no está.
¿Qué perfil tienen las deportistas que llegan a la selección juvenil?
Acá llegan muchas chicas que no hacen el deporte. O sea, uno llega a la selección hasta por ahí sin haber jugado al básquet nunca. Yo las traigo para que, sobre todo en juveniles, ellas vean lo que es, cómo otras chicas pueden jugar, qué les brinda, desde subir una rampa, de andar adentro del CENARD solas, de ir al comedor y llevar la bandeja. Uno las ayuda en el primer tiempo y después apunta a que ellas puedan ir generando la mayor autonomía.
¿Se empoderan en muchos sentidos entonces?
Sí, sí. Y después está la mirada social. De no poder hacer nada a decirte “jugá al basquet”. Ocupás un lugar social, jugás al básquet y te estás poniendo dentro de la sociedad. Porque si no, siempre estás por fuera. En un lugar de mucha exclusión. No te imaginan trabajando, no te imaginan adentro de la escuela. Bueno, el deporte te imaginó adentro. Y cambiando unas pequeñas reglas, ni siquiera la base del deporte. Cambiando algunas reglas mínimas, el deporte te aloja.
¿Todavía existen prejuicios en torno al deporte para personas con discapacidad?
Sí, sí, hay muchos prejuicios. Siempre se habla de esto: de juego olímpico y paraolímpico. No hemos entendido nada. La verdad que los Juegos Argentinos de Alto Rendimiento (JADAR) un evento multideportivo que se realizó en Rosario, Santa Fe, en septiembre de 2025, con la participación de atletas olímpicos y paralímpicos de todo el país, vinieron a darnos una luz sobre eso, porque no le pusieron la palabra adaptados, ni para para quién, ni para dónde, y todos jugábamos en el mismo lugar, y fueron en la misma fecha, y todos juntos.
¿Podés compartir alguna historia que te haya marcado especialmente?
Un montón. Voy a hablar de las chicas que vienen conmigo de La Pampa. Sol tenía 11 años cuando vino y hoy tiene 14, pero hace tres años que vino a la selección y ella le dijo a la mamá: “yo me voy, por más que vos no quieras, yo me voy con Romi y me voy sola y vos no vengas”. Y ella con 11 años se vino sola conmigo. Y volvió a su casa y le dijo: “yo voy a empezar a hacer las cosas sola, porque es por ahí”. Virginia también, viene hace muchos años conmigo, hace poco viajó por primera vez a Chaco, no salía nunca del lado de su mamá, su mamá no se imaginaba un viaje sin ella, y se fue diez días a Chaco y volvió y dijo: “no paro”, y no paró, y ha viajado por todos lados. Y Luciana, otra de las chicas, ha viajado en avión, se ha ido a Perú, y ahora se va a ir a Chile. Viajan, ven otras cosas, ven otras realidades, nosotros vivimos en una ciudad muy chica, con muchos cuidados todavía y ellas por ahí no tienen la necesidad de tomarse un colectivo, y acá la tenemos, acá nos bajamos en el terminal de Retiro, nos tomamos el tren para venirnos acá al CENARD, manejan la silla de básquet y manejan su silla, o sea, acá hay que hacerlo porque yo seis manos no tengo. (se ríe)
¿Recordás alguna anécdota divertida con el equipo?
Una vez que nos tomamos el tren con ocho jugadoras, empezaron a llegar jugadoras de todo el país, se rompió una traffic, así que teníamos que tomarnos un tren en Retiro para llegar acá. Yo les dije: “Si alguien les dice que las va a ayudar, ustedes a nadie le digan que no, porque no vamos a llegar a tomar el tren”. Entonces llegamos al tren, y lo primero que le digo al guarda del tren: “por favor, te pido que cuando paremos el tren y nos veas bajar, espérese un ratito más porque va a quedar o una silla arriba o una piba arriba”. Y no, la verdad que todas esas cosas no pasan porque la gente te ayuda. Nos subimos en el vagón donde van las bicis, había mucho espacio y todo el mundo nos ayudó a bajar. Del otro lado, cuando bajamos, la policía nos ayudaba a subir las rampas, bueno, esas historias sociales que nos ayudan. Y, también, ayudan a la sociedad, porque si ellas están adentro de la casa, esas cosas no pasan. Pero no le pasan a ellas y no nos pasan a nosotros, de poder generar esa empatía en esos momentos. Entonces por ahí los lugares no son accesibles, pero las personas nos ayudan.
¿Creés que en Argentina hay suficiente infraestructura y apoyo para el deporte sobre silla?
De básquet podría haber más. Pero bueno . . . los argentinos tenemos esa capacidad de poder hacer las cosas aunque no estén. Entonces por ahí, a veces hace falta más capacidad de empatía y de ponerse en el lugar del otro. Quizás todas las condiciones están dadas, pero si la gente no está para hacerlo y no cambian las miradas del otro, no sirve de nada. Por ahí no es necesario tanta rampa. Por ahí, no son prioridades. Son más prioridades las miradas y la empatía del resto de la sociedad.
¿Y cuál es el mayor desafío de trabajar en un deporte sobre silla?
Es la parte psicológica del deporte. Porque la situación no es para todas la misma. No es lo mismo tener una discapacidad adquirida que nacer con una discapacidad. Son diferentes las situaciones, entonces hay que sobreponerse a muchas cosas. Y los deportes de equipos son difíciles porque la convivencia de 24 horas no es fácil. No es fácil congeniar dentro de la cancha y afuera de la cancha. También es muy difícil mantener el clima de un equipo afuera y adentro de la cancha.
¿Cómo se preparan para el Panamericano en Chile?
Con mucha ansiedad, yo por lo menos. Brasil es nuestra competencia más fuerte.
¿Es posible una final entre Argentina y Brasil?
Casi seguro. Ya lo tuvimos en Colombia. Lo vamos a volver a repetir.
¿Y qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?
Yo no puedo trabajar en algo en lo que no haya utopía. Yo necesito caminar hacia una utopía. Y bueno, más allá del deporte, es esto: es pensar que ellas pueden ocupar un lugar, que pueden tener un lugar. El deporte para personas con discapacidad todavía necesita mucho desarrollo y el de mujeres más. Entonces, empoderarnos desde ese lugar y trabajar desde ese lugar. Y esto me presenta desafíos y utopías y la verdad es que me gusta mucho.
¿Qué le dirías a una chica que duda en empezar un deporte?
Mi experiencia personal es que como mujeres, a nosotras cuando éramos chicas era muy difícil que nos llevaran a un club. Si eras varón seguro que tu familia te llevaba pero si eras mujer no. Y yo tenía una escuela primaria que estaba enfrente de un club y miraba ese club con ansia. Y un día dije: yo quiero ir al club, sola, solita, así. Y mi papá me dijo: “bueno, si vos te cruzás y preguntás todo, vas a ir”. Y yo me crucé y pregunté todo con ocho, nueve años. Y me ha dado experiencias maravillosas. El deporte, el club, los viajes generan experiencias que no te las olvidás nunca en tu vida. Desde la risa, el llanto, hasta el empoderamiento para hacer otras cosas. Uno se desenvuelve distinto cuando es más grande, cuando vas a la facultad, cuando vas a trabajar. Se desenvuelve distinto porque el deporte ya te dio un montón de herramientas desde lo social.
¿Por qué preferís hablar de básquet sobre silla y no de “deporte adaptado”?
Nosotros hablamos de básquet sobre silla, las palabras también llegan. Si es por eso, yo también hago un deporte adaptado porque juego al cesto y ya no jugamos con el mismo tiempo, porque ya soy más grande, soy veterana, entonces, juego con otros tiempos, también es un deporte adaptado, pero no le decimos deporte adaptado a eso. Entonces, no sé si es adaptado, ¿adaptado a qué ?. Nosotros trabajamos sobre un paradigma inclusivo, lo trabajo en todos los lugares, aunque no lo sea todavía. Todavía seguimos jugando los juegos “paralímpicos”. Por eso hablo de la utopía.