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Erika Herrera -

Enfermera

destacada Erika Herrera
"Un paciente no es un número de cama, ni una patología. Es un ser humano."

Erika hace 24 años que se desempeña como enfermera del Hospital General de Agudos José M. Penna, centenario hospital público polivalente de la Ciudad de Buenos Aires ubicado en el barrio de Parque Patricios. Desde su profesión, pasó por todas las áreas del Hospital.

La trayectoria profesional de Erika está sumamente ligada a los acontecimientos sociales, y justamente fue otra pandemia la que la llevó a estudiar enfermería. A fines de la década de 1980, Erika estudiaba Bellas Artes y ya trabajaba como docente de actividades plásticas en un colegio. Pero la aparición del HIV le cambió la forma de encarar la vida: “Cómo me voy a dedicar a hacer arte mientras el mundo necesita gente para atender a pacientes con esta enfermedad”, se planteó. Allí, comenzó sus estudios en la Escuela de Enfermería de la Universidad de Buenos Aires. En ese momento decidió lo que ella define como “hacer una contribución desde mi subjetividad”. También fue el momento en el que encaró su búsqueda respecto a su identidad de género que la llevó muchos años después a realizarse una reasignación sexual. 

Apenas egresó como enfermera, Erika pudo ingresar a trabajar en el Hospital Penna y desde entonces pasó por todos los sectores. Comenzó en neonatología y hoy desarrolla tareas específicas de enfermera y otras administrativas en el área de Promoción y Protección de la Salud. 

Su carrera como enfermera se desplegó mayormente en la salud pública, la cual tiene sus bemoles y dificultades. De neonatología pasó a atender adultos de las distintas áreas del Hospital. En su experiencia, el área más desafiante fue terapia intensiva: “Te exige estar más atenta aunque esté fuertemente regida por el instrumental tecnológico, por eso mismo tenés que afinar los sentidos en la parte clínica”, explica. 

Las enfermeras y enfermeros tienen muchas tareas y rutinas. Erika detalla algunas: apenas llega debe conocer cómo está el panorama de la guardia que le toca, chequear el equipo de reanimación, chequear la medicación adecuada, ver que no estén vencidos los medicamentos, administrar la medicación a cada paciente, asistir con las comidas a los que precisen, y realizar la asistencia a los médicos y médicas en distintas intervenciones. Pero Erika hace hincapié en “los famosos pases de guardia”, a los que considera fundamentales. Según ella, a veces no hay una metodología. “El pase de guardia es un estudio clínico de cada paciente, esa práctica hay que mejorarla mucho en el área de la enfermería, pero es que siempre hay tanto trabajo que se relega; ésa es una de las funciones que hay que recuperar, estudiar a cada paciente como caso”, sugiere. 

Erika no cree que haya labores desagradables en su profesión: cambiar o limpiar a los pacientes es algo más, como parte de la naturaleza. Aun reconociendo que se presentan situaciones difíciles, como por ejemplo cuando se debe atender a un paciente deshidratado, y no se le logra encontrar la vía, resalta el aspecto vital en el ejercicio de profesión: ”Un paciente no es un número de cama, ni a una patología. Es un ser humano”.

Al trabajar en una institución pública, Erika reconoce algunas particularidades, como el hecho de que circula mucha gente por los pasillos del hospital. Los casos de robo de pertenencias personales o de instrumental médico se repiten; esto genera una doble atención por parte de la enfermera: al paciente y a todo lo que sucede a su alrededor. Es especialmente tensa la situación en traumatología, donde hay muchos pacientes que vienen de cárceles o heridos en delitos, e incluso tienen guardia policial acompañando sus internaciones. Por eso se pueden presentar otro tipo de situaciones riesgosas, además de las relacionadas con la salud. “Hay muchos pacientes vinculados con la delincuencia y desde lo social suele ser muy denso”, comenta. 

Sin embargo, para Erika la tarea más difícil se halla en la convivencia con sus pares trabajadores de la salud, “porque es ahí donde se pone en escena todo el bagaje cultural que lleva cada uno”. En ese sentido, su reasignación de género no fue ni es comprendida por todo el mundo. Erika siente que todavía la gente no está muy informada sobre estos temas, y ha escuchado comentarios fuera de lugar. 

Asimismo, Erika comparte que pasar por un proceso de transición de género es algo que no tiene un fin, sino que es una cuestión muy dinámica: “Yo pasé por una cirugía de reasignación sexual, lo cual resignificó mi aparato reproductor”. Cuenta que la operación le cambió la vida, y que, sobre todo, le significó estar sana y reconectarse con algo propio que quería exteriorizar. “Es algo muy íntimo, no lo sabe todo el mundo, lo sigo elaborando y a un alto precio, porque no todos lo entienden”, explica. 

Con pasión y paciencia, Erika lidia a la vez con su búsqueda personal y, desde lo profesional, con el dolor y sufrimiento de los pacientes. Cuenta que el humor negro es algo que sucede naturalmente entre la gente que trabaja en salud, y que es una manera de poder afrontar el dolor. “Jamás haría un chiste de este tipo frente a un paciente, pero cuando llego a mi casa dibujo historietas sobre lo que me pasó en el trabajo”, confiesa. Es, entonces, su manera de sobrellevar el oficio.  

Por supuesto que, como todo trabajo en el que hay un trato cercano con personas, tiene sus grandes gratificaciones; por ejemplo, a Erika la enfermería le sirvió para entender cómo atender a sus padres en la vejez: “Pude acompañar a mis padres de un modo adulto, no me escapé, los cuidé hasta el último momento, y murieron en su propia cama”, dice. 

Reconoce que los años de experiencia la convirtieron en una mejor profesional, con la misma pasión y curiosidad de los inicios pero haciendo foco en las cosas simples de la profesión. Por ejemplo, asistir a una persona en la alimentación: “Darle de comer a un anciano que sale de un postquirúrgico y necesita alimentarse para ganar fuerza es una gran tarea. Hay que tener mucha diplomacia y paciencia, darle de comer a una persona es la mejor terapéutica hasta alcanzar el momento en que lo pueda hacer solo. Acompañar ese proceso desde lo humano me produce mucho placer”, asegura.

Respecto a la situación de pandemia actual, Erika sostiene que no tiene miedo pero que se cuida mucho y con criterio. Y destaca: “Con o sin pandemia, la higiene de manos es fundamental, hay que cuidarse para cuidar al prójimo”. Cree que el Covid-19 puso en evidencia las falencias que estaban latentes a nivel institucional en los hospitales: “Va a haber muchas cuestiones que se van a repensar, y una fundamental será la capacitación y educación”. 

Ser una persona curiosa y multifacética la lleva a Erika a seguir estudiando al día de hoy: locución, derecho y coaching ontológico. “Antes de jubilarme, tengo que hacer montones de cosas”.

Fotos por Nadege Gaillard